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Iglesia Parroquial de Santa María de la Asunción

En un precioso paraje al que dan vida los ríos Neila y Canales, que ayudan a enriquecer el estanque de Mansilla, Villavelayo es una pequeña localidad de caserío en diseminado que se articula en torno a tres núcleos distintos. Frente a edificios de arquitectura popular que surgen como una prolongación natural del espacio al que pertenecen en cuanto a textura y colorido de sus materiales, hay también ejemplos de casonas de tipología “culta” de la última fase del siglo XVIII que hay que poner en relación con la actividad del maestro de obras Francisco de Gurrea, establecido en Nájera.

Inaguración de la Iglesia

Después de muchos años en estado ruinoso, reiniciamos el culto divino en nuestra parroquia. Y como muestra de la alegría que nos llena, celebramos una gran fiesta.
¿Por qué tal alegría? ¿Qué sentido tiene esta inauguración? ¿Cómo justificar esta fiesta? Primero porque nuestra iglesia es el tesoro más preciado de nuestro pueblo. A nivel histórico, arquitectónico y cultural, nuestra iglesia es la gloria de Villavelayo.

LA PRIMITIVA IGLESIA

Su origen hay que situarlo allá por el siglo VI-VII, es decir, hace más de 1200 años. Cuando los pobladores de la sierra camerana comenzaron a convertirse al cristianismo. Aquí hubo una comunidad convencida y con extraordinario gusto artístico, que fue capaz de inspirarse en las formas constructivas del tiempo y, trayendo el esquema, realizaron la maravilla de una iglesia de la cual todavía podemos ver algunas partes completas y muchos materiales diseminados por los muros del actual edificio.

La parte más significativa era, sin duda, la cabecera y las piedras trabajadas que formaban parte de sus muros y que ahora pueden verse insertadas en los muros de la iglesia, sobre todo en la parte de la actual cabecera.

Toda la pared de poniente es antigua, sin duda anterior a la invasión árabe. Por fortuna para el edificio, las veces que fue destruido, debió quedar la pared en pie y siempre fue aprovechada, sin cambiar al menos la parte de abajo.

También son antiguas las paredes laterales, al menos en su bloque central. Es más probable, que también éstas asistiesen al derrumbe del edificio una o más veces, pero siguieron en pie en su mayor parte y se han conservado hasta el día de hoy. Dentro de estas paredes, son particularmente dignas de nota, las columnas que hoy quedan muy bajas porque sirvieron en su día, pero al elevar el techo de la iglesia, ya no ha sido posible utilizarlas.

Los elementos más significativos de la iglesia en sí para su historia más antigua son: los arcos ciegos de la pared de poniente, los arcos ciegos de las paredes laterales, las piedras excisas embutidas sobre todo en la pared de la cabecera de la iglesia, y la parte alta de las paredes laterales en las que se ven las sombras de posibles pequeñas cupulas que en su día pudieron haber cubierto la iglesia, al modo como ocurre en San Millán de Suso.

Y por lo que plantea y promete, es particularmente importante el muro que ha aparecido en el cementerio, paralelo a la pared de la cabecera de la actual iglesia, y que debió formar parte en la antigüedad de la cabecera de la planta.
En conjunto, tenemos una iglesia cuya antigüedad se remonta a fechas muy parecidas a las de San Millán de Suso y a las de la ermita de los arcos en Tricio y es, probablemente, más antigua que el Martirio de Santa Coloma, una iglesia que es pieza esencial para captar y entender la difusión del cristianismo antiguo por La Rioja, en una palabra, una de las iglesias más antiguas de nuestra geografía autonómica.

LA IGLESIA ROMÁNICA

El cuidado exquisito con el que se construyó aquel primer edificio que ahora nos resulta difícil incluso comprender, no desmereció con el paso de los siglos. Después de que las guerras medievales lo quemasen, u otros desastres lo afectasen, fue reconstruido en tiempos del románico con una belleza y una gracia, dignas de toda ponderación. De este trabajo son manifiesto espléndido los canecillos del tejado y la monumental portada.

LA REMODELACIÓN EN EL RENACIMIENTO

Tantas veces cuantas el tejado ha fallado, ha sido vuelto a poner en pie de la forma más noble y armoniosa que ha sido posible creando, en las bóvedas góticas del interior, un espacio religioso noble y ascensional que nos hace pensar y ensimismarnos en la presencia de nuestro Dios Padre.

NUESTRA IGLESIA PARROQUIAL DE TODOS LOS TIEMPOS

Pero lo importante es que nuestra iglesia es el lugar que nuestros padres construyeron con sacrificio y amor hace ya más de doce siglos; es el edificio que reconstruyeron siempre que los azare de la historia lo pusieron en ruinas, unas veces por obra de los enemigos de nuestra fe y otras quizá por accidentes fortuitos. Es el lugar que también nuestra generación ha visto resurgir de una ruina inminente debida al envejecimiento de las vigas de su sistema de cobertura, cuyo deterioro provocó el hundimiento del tejado.

Si la construcción de una iglesia, se saluda en la liturgia como la elevación de un memorial de la Jerusalén celestial, la reconstrucción por enésima vez de la misma, es un acto de fe profundo en Dios y en Cristo nuestro redentor; una proclamación de nuestra confianza en la Divina Providencia cuya existencia cantamos de la forma más plástica que imaginarse pueda.

Y es un acto de comunión con todos nuestros antepasados, cuya vida se desarrolló dentro de estas sagradas paredes. Aquí fueron bautizados, aquí recibieron una y mil veces el pan de vida de la Eucaristía; aquí contrayeron matrimonio y aquí se les tributó el último adiós dentro de esa liturgia funeral que es una forma de revestir el acto de caridad de enterrar a los muertos.

Nos alegramos por todo ello y también porque nuestra iglesia es hermosa. Después de tantos avatares, al final mantiene una imagen que, globalmente, resulta románica, con las bóvedas góticas del interior, y algunos añadidos barroconeoclásicos, todo ello integrado en una unidad amable y atractiva. Al contemplarla, los hijos de Villavelayo y todos nuestros visitantes, nos sentimos transidos de una felicidad inefable, ya que también la belleza formal acerca a Dios y es un excelente comienzo de oración. Orar es elevar el corazón a Dios y de la mano de la belleza, entendemos sin que nadie nos los explique, los misterios profundos de la arquitectura de mundo y sentimos la presencia

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